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FT
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FP
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1809
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Enero
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15
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532
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365
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Febrero
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1
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511
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216
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Febrero
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4
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354
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162
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Febrero
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11
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344
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114
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Febrero
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15
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335
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99
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El 13 de febrero tenía el batallón su hospital en la casa de Aytona, con cincuenta y seis heridos.
El sábado 18 de febrero se produjo el asalto y toma del Arrabal por los franceses; ese mismo día, y en un intento desesperado por salvar dicho punto, se nombró a Warsage jefe supremo de la defensa del mismo, pero cuando cruzando a caballo el puente de Piedra se dirigía hacia el Arrabal, ¿con su batallón de guardias walonas?, fue destrozado por una bala de cañón, a consecuencia de la cual murió al día siguiente en su casa de la calle de San Pablo.
Los escasos restos del batallón capitularon, con el resto de la guarnición, el martes 21 de febrero.
Vestuario y equipo
En 1808 usaban los tres batallones de guardias walones uniformes idénticos entre sí, consistente en bicornio negro, ribeteado de galón blanco, con escarapela roja ribeteada de negro y presilla blanca con botón de plata; casaca y calzón azul turquí, con cuello también turquí y solapas, vueltas y forro de los faldones rojo; en las vueltas y solapas lleva sardinetas blancas, con botones plata, agrupadas de dos en dos (los guardias españoles las llevaban de tres en tres); chaleco rojo con vivos blancos y polainas altas blancas.
Las compañías de granaderos usaban el mismo uniforme, pero con morrión de pelo negro con la manga roja, bordada.
Los sargentos llevaban un galón plata en las vueltas y cuello, charreteras en ambos hombros y carecían de sardinetas en las vueltas y solapas.
Los oficiales usaban uniforme como los sargentos, variando las insignias de su empleo y añadiendo un galón plata en el canto de las solapas.
Todos usaban bandoleras blancas, salvo los oficiales, que las tenían carmesís con vivos de plata.
El batallón formado en Aragón, como continuación del segundo, capturado en Barcelona, continuó usando su mismo uniforme.
En cuanto a su bandera se sabe que careció de ella hasta enero de 1809, si bien usó de forma provisional en el Hospital de Convalecientes una roja con la inscripción «O VENCER O MORIR POR FERNANDO VII».
En el Museo del Ejército (Madrid) se conserva una bandera, devuelta por Francia en 1823, que, al parecer, perteneció entre enero y febrero de 1809 al batallón de Walonas de Aragón hasta su captura el día 21. Es de tafetán azul con las armas de España, castillos y leones, sobre el cruce del aspa de Borgoña y debajo del escudo la cifra F. VII. Sólo tiene escudos en los extremos de uno de sus brazos, ostentando en su campo, bajo corona real, el superior las barras de Aragón y el inferior las iniciales C.W.S.
REGIMIENTO DE LOS SUIZOS DE ARAGÓN
En mayo de 1808 existían seis regimientos de mercenarios suizos al servicio del Rey de España, con las siguientes denominaciones y destinos: regimiento número 1 Wimpffen (Tarragona), número 2 Reding Joven (Madrid), número 3 Reding Senior (Málaga), número 4 Betschartd (Baleares), número 5 Traschler (Cartagena) y número 6 Preux (Madrid).
Al producirse el levantamiento los números 2 y 6 pasaron a servir en el ejército francés; los números 3, 4 y 5 continuaron fieles a España, y el número 1, si bien en un principio quedó indeciso, finalmente continuó fiel a España.
A lo largo del primer sitio de Zaragoza fueron dos las partidas de suizos que acudieron en auxilio de la sitiada ciudad. La primera de ellas estaba compuesta por un capitán, un teniente y setenta y nueve soldados, mandados por don Adrián Walquer, pertenecientes al regimiento número 6, del cual habían desertado al verse forzados a combatir en las filas napoleónicas.
Esta partida acudió a Calatayud en los primeros días de junio, siendo acogidos por el barón de Warsage, don José l’Hotellerie Fernández de Heredia, que les incluyó en su «Brigada de vanguardia del ejército de Aragón», con la cual operó en la frontera de Castilla y defendió los molinos de pólvora de Villafeliche. El jueves 23 participó en la batalla de Epila y el viernes 1 de julio, a las seis de la tarde, entró en la sitiada Zaragoza con Palafox en persona a su cabeza.
Una vez en la plaza fueron destinados a guarnecer la Torre del Arzobispo, edificio aislado situado a unos cientos de metros del Arrabal. El 11 o 12 de julio fue tomada la Torre por los franceses, retirándose los suizos al Arrabal, pero el 29 cooperó en su reconquista, volviendo a defenderla hasta el levantamiento del sitio, el 13 de agosto, contando en dicha fecha con ochenta y cuatro hombres armados con setenta y un fusiles.
Mientras esta partida defendía Zaragoza, otra bastante mayor, compuesta por trescientos sesenta y un hombres del regimiento suizo número 1, procedentes de Tortosa (Tarragona) y mandados por don Esteban Fleury, pretendía unirse también a la defensa y el 8 de agosto dirigieron a Palafox, desde Escatrón, el siguiente escrito:
Don Esteban Fleury se halla en Escatrón, camino de Ricla, de donde pasará a Zaragoza con algo más de trescientos suizos de la división de Tortosa procedentes de Cataluña; sólo llevan veinte cartuchos por soldado y piden instrucciones.
Don Manuel Lasala Valdés, en su libro Obelisco histórico, supone que esta fuerza entró en Zaragoza el 9 de agosto, pero ello no fue posible hasta, por lo menos, mediados del mes, es decir, una vez levantado el asedio, pues de lo contrario aparecería reflejada en el estado general de fuerzas del 13 de agosto y no lo está.
El lunes 22, reunidas ambas partidas, salieron de Zaragoza en persecución de los franceses, hasta que el 27, en Sangüesa, tuvo lugar un pequeño choque, tras el cual cesó la persecución y regresaron a Zaragoza, contando entonces con trescientos ochenta y siete hombres entre ambas.
El 22 de septiembre se hallaban en Ejea, sumando un total de ochocientos hombres, gracias a la incorporación de nuevos suizos, extranjeros y desertores (sobre todo alemanes y polacos), y en vista de este espectacular aumento escribió Fleury al general Palafox proponiéndole la creación de un «Regimiento de Suizos de Aragón»; el original de dicha carta se conserva en el archivo Palafox y su trascripción completa es la siguiente:
22 de septiembre de 1808. Ejea.
Ayer por la mañana me incorporé al ejército con los demás suizos, formando un total de ochocientas plazas. La perspectiva nuestra es favorable. Todos los suizos y alemanes que se hallan en los diferentes cuerpos del ejército hacen pretensiones para entrar en el nuestro, alegan el idioma y las costumbres. Además, los suizos y alemanes del ejército francés, sabiendo que existe inmediato a ellos un cuerpo formal que los recibirá con agrado, determinan la intención que pudieran tener de separarse de la nación que los oprime. En la última capitulación (1804) por la cual los regimientos suizos españoles se rigen, cada compañía de fusileros tendrá por doscientas plazas, y la experiencia ha demostrado que el capitán tiene suma dificultad de conocer con propiedad cada individuo de su cargo, de allí resulta la opresión de muchos y la mengua del amor natural que tienen a las armas. Estas observaciones que no multiplico por no distraer las preciosas preocupaciones de V.E. me ha determinado de llamar a todos mis estimados compañeros y antes de haber hablado hallé que sus opiniones se hallaban conforme a las mías. En consecuencia determinamos deproponer a V.E. la formación de un Regimiento o Legión de Suizos, compuesto de dos batallones de a cuatro compañías cada uno. Estas compañías ya por la fuerza efectiva que hay pasarán de cien plazas, que serán mandadas por un capitán, un teniente y un subteniente, proporción adecuada al sistema de muchos tácticos que he leído. Mañana tendré el honor de remitir a V.E. un proyecto de capitulación o convenio que sancionado por V.E. con las modificaciones que fuesen de su agrado sirva de norma al regimiento. Acompaño el estado de organización y las propuestas de empleos con la nota de las vacantes que resultaran, necesitando más tiempo para poder conocer los sargentos que pueden merecer el empleo de oficial.
Hallándose tan inmediatos los enemigos una pronta organización es urgentísima.
Dios guarde a V.E. muchos años. Ejea, 22 septiembre 1808.
Excmo. Sr. Esteban Fleury.
Esta propuesta fue del total agrado del general y a finales del mismo mes pudo pasar el regimiento su primera revista, con unos efectivos de seiscientos sesenta y seis hombres, de los que cien eran españoles, repartidos en dos batallones de a cuatro compañías y con su plana mayor, compuesta por un coronel (don Esteban Fleury), un ayudante (don Adrián Walquer), un abanderado (pese a que por la ordenanza de 1802 debiera haber dos), un capellán y un cirujano.
El nuevo regimiento quedó integrado dentro de la división O’Neille, por lo que parece lógico, aunque no he podido confirmarlo, que se hallase en la batalla de Tudela, el miércoles 23 de noviembre, regresando después a Zaragoza.
El miércoles 21 de diciembre volvieron a aparecer los franceses ante Zaragoza, intentando su toma por asalto. El regimiento de los Suizos guarnecía en esa fecha la Torre del Arzobispo, edificio aislado situado a unos centenares de metros del Arrabal, que fue asaltado por la división francesa de Gazán, la cual, tras un duro combate en el que Fleury resultó herido, dándosele momentáneamente por muerto, y en el que, según la «Gaceta», el regimiento quedó reducido a sólo trescientos hombres, les forzó a abandonar dicho punto, replegándose al Arrabal.
En revista del 29 de diciembre dio unos efectivos totales de cuatrocientos noventa y seis hombres (dos capitanes, dos tenientes, un subteniente, quince sargentos, veintiocho cabos, un tambor y cuatrocientos cuarenta y cinco soldados), lo cual difiere de lo dicho por la «Gaceta» el día 21.
El sábado 31 de diciembre se llevó a cabo una salida de los defensores contra las trincheras enemigas de la Bernardona; en la misma tomaron parte doscientos sesenta y ocho suizos, mandados por don Esteban Fleury, que, como dice el parte de Butrón, «aunque no restablecido de la contusión que recibió en el Arrabal, se presentó para tener parte en la gloria de ese día». Palafox les concedió como recompensa el distintivo de una cinta roja en su solapa.
El domingo 1 de enero de 1809 contaba el regimiento con una fuerza total de cuatrocientos noventa y seis hombres, de los que sólo trescientos sesenta y uno se hallaban disponibles para las armas, teniendo su cuartel en la Aduana Vieja (situada en lo que hoy es confluencia de la calle Palafox con la plaza de San Bruno) y hallándose destinado, en su mayoría, en el Arrabal.
Los días 10 y 11 de enero guarneció el convento de San José, a las órdenes de Renovales, retirándose antes de su toma definitiva.
El sábado 21 de enero resultó herido Walquer y como Fleury también lo estaba, asumió el mando del regimiento el coronel don Pablo Casamayor, experimentado ya en el mando de tropas extranjeras (fue apresado por los franceses en el Coso Bajo el 16 de febrero).
Aproximadamente en esos días cambió su cuartel al «Cuartel de la Estrella» (se hallaba en la desaparecida calle de Santa Fe, perpendicular a la calle Azoque), que con anterioridad había sido cuartel de la compañía de fusileros de Aragón.
Según un estado de fuerzas del 5 de febrero contaba con una fuerza total de trescientos treinta y siete hombres (un coronel, tres capitanes, cuatro subtenientes, catorce sargentos, veintiséis cabos, tres tambores y doscientos ochenta y seis soldados), de los cuales cincuenta y seis se hallaban en la Misericordia y la Magdalena y el resto en el Arrabal.
Durante la noche del viernes 10 al sábado 11 de febrero de 1809, cuando ya empezaba a verse claro el próximo final del asedio, se produjo la deserción y consiguiente pase a las líneas francesas de un número indeterminado de suizos que defendían en el Arrabal.
El barón Lejeune (testigo directo de los sitios y ayuda de campo del mariscal Lannes) habla en sus memorias del pase de «unidades enteras de suizos»; afortunadamente, en el Archivo Palafox se conserva el parte de fuerzas del regimiento correspondiente al día 11, en el cual se han restado ya los desertores, dando una fuerza de doscientos ochenta y ocho hombres (un coronel, tres capitanes, tres subtenientes, catorce sargentos, veintidós cabos, tres tambores y doscientos cuarenta y un soldados), con lo que, teniendo en cuenta el parte del día 5, ya copiado, resulta que esas «unidades completas» fueron a lo sumo cincuenta hombres. iUna compañía con sus efectivos algo mermados!
Casi simultáneamente a este lamentable suceso se estaban produciendo otros en los que el coronel Fleury dio inequívocas muestras de un valor y fidelidad a España bien diferentes de los demostrados por los desertores del Arrabal. Como ya he dicho antes, Fleury resultó herido en los combates del 21 de diciembre y desde entonces se hallaba convaleciente en el convento de San Francisco (sobre cuyo solar se levanta hoy la Diputación Provincial), cuando a las tres de la tarde del viernes 10 de febrero hizo explosión bajo el mismo una mina u hornillo de 3.000 libras; esta explosión fue tan violenta que sepultó a una compañía completa de granaderos del segundo regimiento de Valencia e hizo volar por los aires la mayor parte del convento.
Cuando apenas se había disipado la densa nube de polvo levantada por la explosión se lanzaron los franceses al asalto de las ruinas, hallándose con la sorpresa de que Fleury con algunos otros supervivientes había ocupado la torre, milagrosamente mantenida en pie, dedicándose desde ella a hostigarles con disparos y con el lanzamiento de ladrillos y tejas sueltas. Allí resistieron durante dos días, hasta que el 12 fue tomada por los franceses a punta de bayoneta y, tras una pequeña batalla en el reducido espacio de la misma, lograron arrojar al vacío los cuerpos del heroico Fleury y de sus valientes compañeros.
La división francesa del general Gazan, encargada desde el 21 de diciembre de la toma del Arrabal, realizó diversas obras de aproximación al mismo entre los días 14 y 17 de febrero y el sábado 18 abría fuego sobre él con cincuenta y dos piezas de diversos calibres, lanzándose después al asalto por las brechas practicadas. La resistencia fue heroica, pero inútil, ya que ese mismo día quedó todo el Arrabal en poder de los franceses, que tomaron en dicha operación diecisiete cañones, dos mil quinientos prisioneros y cinco banderas.
Lejeune en sus memorias da la cifra de quinientos suizos apresados en la toma del Arrabal, pero la misma es a todas luces exagerada, ya que si el 11 de febrero contaba el regimiento con sólo doscientos ochenta y ocho hombres, y de ellos unos cuarenta se hallaban enfermos o heridos en su hospital de la Magdalena (cuarenta y cuatro el día 13) y otros aproximadamente cincuenta continuaban destinados en la Misericordia y la Magdalena, malamente pudieron ser quinientos los apresados, sino a lo sumo ciento noventa o doscientos.
Los escasos restos del regimiento que no cayeron en el Arrabal, es decir, los enfermos, heridos y los cincuenta o cincuenta y seis destacados en la Magdalena, capitularon con el resto de la guarnición el martes 21 de febrero.
Vestuario y equipo
En 1808 los seis regimientos suizos al servicio de España usaban uniformes casi idénticos entre sí, diferenciándose los cinco primeros únicamente en el número del regimiento que figuraba en sus botones, y el sexto en algunos detalles del cuello y vueltas que luego explicaré.
Consistía dicho uniforme en un bicornio negro con escarapela roja (con pequeñas llamas blancas), presilla blanca con botón plata y borlitas encarnadas en ambas puntas; casaca azul turquí con solapas, vueltas y forro de los faldones rojos con vivos blancos; cuello rojo con ojal azul a cada lado y botón plata para los cinco primeros regimientos y azul para el sexto; portezuelas de las vueltas azules en los cinco primeros y rojas en el sexto, en ambos casos con cuatro botones; los bolsillos de los faldones son verticales, viveados en blanco con tres botones en cada uno de ellos; chaleco y calzón blancos y polainas altas negras.
Es de suponer, teniendo en cuenta la similitud de uniformes de los seis regimientos suizos y las circunstancias del momento, poco apropiadas para la confección de nuevos uniformes, que el regimiento suizo de Aragón continuase usando los uniformes de sus regimientos de origen, añadiéndoles, tal vez, algún pequeño distintivo.
En el archivo de Palafox únicamente he hallado una nota relativa al vestuario de este batallón fechada el 28 de noviembre de 1808 y que se refiere al número de individuos, de los aproximadamente quinientos con que contaba éste, que se hallaban sin vestuario:
Un capitán, tres tenientes, un subteniente, un sargento, dos sargentos segundos, quince cabos y ciento cuarenta y un soldados. Total, ciento sesenta y cuatro hombres. Los individuos de este estado se hallan sin vestuario, motivo de haber salido de los hospitales y los restantes de haberse incorporado de los dispersos del ejército.
COMPAÑÍA DE CAZADORES PORTUGUESES
Para poder comprender mejor el origen de esta compañía hemos de remontarnos a 1807. El 19 de noviembre de dicho año el general francés Junot cruzó la frontera de España con Portugal al mando de un ejército de veintiocho mil hombres, iniciando así la fulgurante invasión del país vecino. El 29 del mismo mes logró embarcar toda la familia real portuguesa hacia Brasil, salvándose así casi milagrosamente de ser apresada por Junot, que entró en Lisboa al día siguiente, con lo que Portugal quedaba sometido al imperio napoleónico.
Como Junot apenas tenía confianza en la fidelidad del ejército portugués al nuevo gobierno intruso, decretó, de acuerdo con Napoleón, una reforma por la que se redujo el ejército y organizó nuevos cuerpos con los que, por orden del 16 de enero de 1808, se formó en Salamanca (España) la llamada «Legión Portuguesa».
En mayo partió la Legión hacia Valladolid y de allí a Burgos, en donde recibió orden de marchar a Bayona; entonces los soldados portugueses, viendo que les obligaban a servir a la causa napoleónica, comenzaron a desertar en masa, intentando regresar a Portugal. Sólo dos tercios de su fuerza inicial llegaron a Francia, siendo de allí enviados a combatir a Alemania, Austria y Rusia, exceptuando un pequeño contingente que, por el momento, combatió en España a las órdenes de Verdier.
El general Palafox, pensando en estos desertores portugueses y en otros extranjeros que, semiforzados, combatían en los ejércitos napoleónicos, incluyó el siguiente artículo a ellos referente en una de sus primeras proclamas, la del 31 de mayo de 1808; dice así:
Artículo, 6.-Que se admita en Aragón y trate con generosidad propia del carácter español a todos los desertores del ejército francés que se presenten, conduciéndoles desarmados a esta capital, donde se les dará partido entre nuestras tropas.
El sábado 18 de junio, tres días después de la victoria de las Eras del Rey, se presentó en Zaragoza el cadete de caballería don Felipe Senillosa (Senillos, según A. Ibieca) con cincuenta portugueses que, en Bayona, habían logrado desertar de la Legión (F. Casamayor da la cifra exagerada de ochenta portugueses).
En el Museo Romántico (Madrid) se conserva un curioso certificado, escrito y firmado por el general Palafox, el 30 de septiembre de 1821, en el que explica cuáles eran sus intenciones y opinión acerca de los desertores portugueses. De él extraigo los siguientes párrafos:
... hallándome en Zaragoza al principio de nuestra gloriosa revolución en el año de 1808, nombrado Capitán General del Ejército y Reino de Aragón por aclamación unánime del pueblo y confirmado después por el mismo reunido en Cortes, consideré lo utilísimo que era a la causa sagrada de la Patria, que con tanto heroísmo se acababa de emprender, el distraer del ejército enemigo todo el número de oficiales y demás individuos portugueses que se manifestaban exasperados y violentos en las banderas del usurpador. Para alentarlos más en favor de las nuestras y estimular a su separación de dicho ejército enemigo, recuerdo que ofrecí para ello a los que se presentaban fugados, en nombre de la nación y del Rey, el abono de servicios que justificasen haber contraído en su país; y visto lo útiles que fueron entre nuestros valientes, aunque nuevos, soldados, aquellos bizarros militares que tan completamente llenaron mis deseos, juzgo muy justa su reclamación de que se cumpla el pacto que con ellos se contrajo …
Con este primer contingente se formó en Zaragoza una compañía denominada «de Cazadores Portugueses», cuyo mando fue encomendado al recién ascendido a teniente Senillosa, pasando a guarnecer, junto con las compañías de Cerezo, el castillo de la Aljafería, entonces situado fuera de los muros de la ciudad, frente a la puerta del Portillo.
El sábado 25 de junio llegó al campo francés el general Verdier con su división de refuerzo, compuesta por los batallones de marcha cuarto y séptimo, el catorce regimiento provisional y dos unidades de la Legión Portuguesa, el quinto regimiento de infantería portuguesa y el primer batallón de cazadores. Con la llegada de estas dos unidades portuguesas comenzaron a ser frecuentes las deserciones de portugueses, que aprovechaban la mínima ocasión para pasarse a las filas de los sitiados, incluyéndoseles en la compañía de cazadores ya formada. Estas deserciones incitaron a los franceses a intentar, valiéndose de ellas, una entrada a traición en la plaza: fue el miércoles 13 de julio cuando se pasaron a nuestras filas siete portugueses, los cuales avisaron de que una columna de doscientos compatriotas suyos querían hacer lo mismo, pero los defensores desconfiaron, con razón, de la honestidad de sus intenciones, por lo que se les ahuyentó, negándoseles el acceso a la plaza.
La compañía continuó durante todo el primer sitio guarneciendo el castillo, efectuando únicamente alguna pequeña salida, ya para el derribo de tapias, ya para desalojar al enemigo de los caseríos. La principal salida en que participó fue en la del viernes 29 de julio, en el Arrabal, logrando desalojar a los franceses de la Torre del Arzobispo.
Según el «Estado general de fuerzas» del sábado 13 de agosto, día en el que los franceses levantaron el asedio, contaba la compañía con sesenta y dos hombres, armados con igual número de fusiles.
El 19 trajeron los paisanos de Pedrola a tres oficiales portugueses y cincuenta soldados (¿también portugueses?) presos, que en la retirada de Zaragoza habían desertado de las filas francesas y se dedicaban a robar en el sector de Pedrola; naturalmente, estos desertores no fueron admitidos en la compañía, sino que pasaron a la cárcel de la ciudad y a finales de noviembre fueron llevados, con los demás prisioneros, al castillo de Monzón.
A comienzos de octubre ordenó Palafox la creación de un nuevo batallón «de Walonas de Aragón», en el cual quedó refundida la compañía de portugueses. Según un estado del 13 de noviembre en dicha fecha existían nueve sargentos, un cabo y veinticinco soldados portugueses, todos en la cuarta compañía.
A finales de ese mismo mes se ordenó su pase al «Batallón de Fernando VII», pero antes de que se efectuase fue anulada por otra nueva, por la que deberían pasar al «Regimiento del Infante Don Carlos»; esta nueva orden tampoco fue cumplida, al menos totalmente, ya que varios portugueses continuaron combatiendo de por libre hasta la capitulación de la ciudad, el 21 de febrero de 1809, tal y como demuestran estas dos notas existentes en el archivo de Palafox:
– 15 de febrero: En el Huerto del Oficio hay dieciséis portugueses armados que no se han unido al regimiento del Infante.
– 20 de febrero: En la Misericordia hay un cabo y cuatro soldados portugueses que deberían haberse unido al Infante Don Carlos.
COMPAÑIA DE TIRADORES EXTRANJEROS DE D. PABLO CASAMAYOR
En una de sus primeras proclamas, la del 31 de mayo de 1808, se ocupó Palafox de los posibles desertores que, como consecuencia de la variopinta composición de los ejércitos napoleónicos, podían pasarse a las filas españolas; decía así:
Que se admitan en Aragón y trate con la generosidad propia del carácter español a todos los desertores del ejército francés que se presenten, conduciéndoles desarmados a esta capital, donde se les dará partido entre nuestras tropas.
Consecuente con este decreto encargó el 1 de junio a don Pablo Casamayor Pérez, teniente del primer batallón ligero de voluntarios de Aragón, recién llegado a la ciudad procedente de Madrid, la formación de una compañía de tiradores con todos los extranjeros residentes en la ciudad, franceses en su mayoría, y desertores que prestasen juramento de fidelidad y se comprometiesen a servir con las armas; simultáneamente se le ascendió a capitán.
Pese a los buenos deseos de Palafox, la población no se hallaba dispuesta a confiar en los franceses, aunque éstos fuesen opuestos a la causa napoleónica y residentes en la ciudad desde años antes, por lo que en la tarde y noche del 9 de junio se mandó reunir a todos los franceses residentes en la ciudad, tanto radicados como sirvientes, llegando a sumar ciento sesenta, que fueron conducidos al castillo de la Aljafería y a la cárcel, para evitar que el exaltado pueblo los ultrajase. El 13 pasaron al Hospital de Convalecientes (hoy de Nuestra Señora de Gracia) y el 7 de julio se les trasladó a las salas de la Real Academia de San Luis, en donde permanecieron hasta la conclusión del asedio.
La compañía de Casamayor, debido a las circunstancias narradas, no quedó organizada hasta inicios de julio, apareciendo ya citada en el estado de fuerzas del día 10. Formaron parte de ella al menos treinta y cinco franceses residentes en, la ciudad, que tras superar no pocas desconfianzas lograron alistarse en la misma; algunos aventureros venidos ex profeso a Zaragoza, como el prusiano Andreas Schepeler, que en 1826 publicó sus memorias, y algunos desertores no portugueses, pues éstos tenían su propia compañía.
Pese a lo dicho por Palafox, no todos los desertores fueron admitidos en las filas españolas, pues, por ejemplo, un teniente coronel, un oficial y cinco soldados desertores fueron enviados presos al castillo de Monzón el 9 de julio. Sí lo fueron en cambio dos rusos, pasados el 17 de julio, y unos franceses, pasados el 22.
Esta compañía participó en varios combates, destacando su intervención del 4 de agosto, cuando lograron detener y poner en fuga a la columna francesa que bajando por el Coso intentaba tomar la plaza de la Magdalena.
Tuvo su cuartel en el convento del Carmen hasta el 4 de agosto, en que se trasladó a los vados.
El 13 de agosto, día en que los franceses levantaron el sitio, contaba con noventa hombres armados con noventa fusiles, apareciendo citada a partir de entonces, indistintamente, como compañía de Casamayor o compañía de Cazadores Walones.
Fue integrada en la división de O’Neille y en el estado del 5 de septiembre figuran como jefes, por motivos que desconozco, el capitán don Antonio Pizarro y don Manuel Felis de Cannus Herrero, volviendo a figurar Casamayor a finales de mes.
En octubre quedó la compañía disuelta y sus miembros refundidos en el nuevo batallón de Walonas de Aragón. Casamayor pasó al regimiento de los suizos y el 16 de febrero de 1809 fue herido y apresado por los franceses en el Coso, logrando después fugarse para volver a ser capturado en Tortosa en 1811; murió en octubre de 1860, siendo el brigadier más anciano del ejército.
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