El orgullo de la España que fue y que desgraciadamente hoy en día pocos quedan como ellos: LOS TERCIOS.

Esta entrada se me ha ocurrido, sinceramente, de camino a la facultad al ver día a día las mismas caras de gente que, o bien tiene que correr a coger el tranvía o bus porque no llega a tiempo al trabajo, o bien gente que, por desgracia, no lo tiene y va sin rumbo fijo. Es triste ver cada día más y más personas que no tienen trabajo o que, por los recortes, lo han perdido. Es en ese momento, al ver atentamente con ojos como platos a mi alrededor, cuando me agarro a lo más preciado. y. recuerdo, como historiadora que soy, los grandes momentos del pasado con sus luchas, y no puedo olvidarme de una gran época para mí, la que está muy presente en estos días duros: la época de los tercios. Seguramente los conoceréis, ellos eran tipos como Francisco Sarmiento de Mendoza, Machín de Munguía, Juan Vizcaíno y Mendoza, Luis de Haro, Sancho de Frías, Juan Pérez de Zambrana, Pedro Silva, Luis Cimbrón, Domingo de Arriarán, Juan Pérez de Bocanegra… Españoles de una pieza, de hombría superlativa. Fogueados, batallados y curtidos en los Tercios Viejos, la elite militar de aquella primera parte del siglo XVI.

Llevaban años repartiendo estopa a diestro y siniestro entre la gente luterana y todos los infieles que infestaban el Mare Nostrum, que cada vez era menos nostrum y más de los otomanos. Y en medio de la nada, en Castelnuovo (hoy la república de Montenegro), en mitad de los Balcanes orientales iban a lidiar, en una proporción de casi uno a doce como poco, con las feroces tropas, cuajadas de jenízaros(la única tropa entonces asimilable a nuestros Tercios) del pirataJereiddín Barbarroja. Tres mil contra casi cincuenta mil, allí hallaron la gloria y la mayoría la muerte, estos hombres esforzados y decididos, mal vestidos, mal pagados, mal alimentados, pero repletos de coraje y de fe en Dios, en España y en el emperador Carlos V. Corría el verano de 1539…

Viena, atacada

Después del ataque turco contra Viena y después de que los otomanos invadieran Austria, protestantes y católicos por fin se unieron en contra del enemigo común, el Islam que asolaba el Mediterráneo. Se consiguió que en tierra retrocediera pero en el mar las cosas pintaban más que mal, aunque habíamos conseguido alguna victoria como la toma de Túnez al ya mencionado Barbarroja en 1535 por la flota mandada por el gran Álvaro de Bazán y Andrea Doria.

Falta de maravedíes

Tres años después, el emperador Carlos, la república veneciana, el papa Pablo III y el archiduque Fernando de Austria formaron la Santa Liga con la que querían darle su merecido a los otomanos e incluso atacar su capital, Constantinopla. Andrea Doria fue nombrado comandante de la flota aliada y Ferrante Gonzaga, virrey de Sicilia, de las operaciones terrestres en los Balcanes.

Pero por falta de maravedíes y de organización solo se consiguió reunir una flota que no era la necesaria para la valiente y esforzada empresa. A su vez, los jefes de la Santa Liga no paraban de discutir entre ellos, sobre todo entre italianos y españoles. Ni siquiera las Cortes de Castilla veían la aventura como interesante y beneficiosa.

Barbarroja escapaba

Barbarroja conseguía escapar una y otra vez de nuestra gente, a pesar de que los españoles consiguieron conquistar la fortaleza de Castelnuovo, en la costa dálmata, de gran importancia estratégica para la defensa y la lucha en el Mediterráneo. La victoria sirvió para desunir más a los cristianos, hasta el punto de que los venecianos se desligaron de la alianza, de forma que la villa de Castelnuovo

Castelnuovo quedó entonces defendida por apenas 3.000 hombres del Tercio de Nápoles bajo el mando de Francisco de Sarmiento, con la única ayuda de las cuarenta naos de Andrea Doria para abastecerla y defenderla de las doscientas que a buen seguro podían reunir los otomanos. Pero Doria prefirió poner pies en polvorosa y dejar solo al Tercio.

Ataque terrestre y marítimo

Llegó el mes de julio de 1539 y Barbarroja se dispuso para el ataque terrestre y marítimo. La armada turco-berberiscamandada por el feroz pirata se componía de 130 galeras y 70 galeotas, con unos por 20.000 tripulantes bien entrenados. Por tierra, Barbarroja puso en pie un ejército de 30.000 soldados. El sitio de Castelnuovo estaba en marcha y los nuestros no se quedaron a verlas venir.

Por las noches, asaltaban los campamentos otomanos por sorpresa y causaban grandes estragos entre ellos que estaban poniendo de los nervios a Barbarroja. El pirata nos ofreció una rendición en buenas condiciones. Los nuestros no se fiaban ni un pelo y tras ser informados por Sarmiento, los capitanes le dijeron que nones al pirata con esta frase heroica: «Que vengan cuando quieran». Y así lo hicieron los herejes.

Primero, con un gran despliegue artillero, como ya en tiempos habían hecho en la toma de Constantinopla. Los nuestros seguían batiéndose por doquier, tajo va, arcabuzazo viene. Apenas quedaban ya seiscientos hombres con vida, pero continuaban sin dar su brazo a torcer. Se luchaba en cada almena, en cada milímetro los españoles no cejaban. Caían sus capitanes, pero sus hombres seguían en pie sin arredrarse. Murió el tal Sarmiento y todos sus oficiales, y solo doscientos de los nuestros quedaban en pie. Muchos de ellos fueron ejecutados allí mismo, otros acabaron como esclavos en Constantinopla.

Hasta Lepanto

Hasta Lepanto, ya en 1571, los turcos seguirían dando mucha guerra en el Mediterráneo. Pero la gesta de Francisco Sarmiento de Mendoza causó admiración en Europa. Y también en España. Así les cantó el poeta Gutierre de Cetina en su soneto : «A los huesos de los españoles muertos en Castelnuovo»: «Héroes gloriosos, pues el cielo / os dio más parte que os negó la tierra, / bien es que por trofeo de tanta guerra / se muestren vuestros huesos por el suelo. / Si justo es desear, si honesto celo / en valeroso corazón se encierra, / ya me parece ver, o que sea tierra / por vos la Hesperia nuestra, o se alce a vuelo. / No por vengaros, no, que no dejastes / a los vivos gozar de tanta gloria, / que envuelta en vuestra sangre la llevastes; / sino para probar que la memoria / de la dichosa muerte que alcanzastes, / se debe envidiar más que la victoria».

File:Batalla de rocroi por Augusto Ferrer-Dalmau.jpg

¡¡para adelante como cuando éramos valientes!! ¡¡¡Mucho muchísimo ánimo!!!

Yessica, octubre de 2013.

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